Mujeres Celtas
Las mujeres celtas eran muy desinhibidas debido al contacto que mantenían con los hombres desde su infancia. Eran poco pudorosas y les gustaba adornarse y cuidar su físico. Se lavaban dos veces o más al día, lo que no hacían ni las refinadas damas romanas; trenzaban sus largos cabellos y llevaban muchos adornos. A veces cosían pequeñas campanas en los bordes de sus vestidos para llamar la atención, aunque también podrían servir para alejar el mal de ojo y las maldiciones. Durante las fiestas se cubrían con capas muy vistosas, a rayas o cuadros con bordados de oro y plata.
Para estar guapas se pintaban las uñas de las manos y los pies, daban color a sus mejillas con una hierba llamada ruan, ensombrecían los ojos con el jugo de las bayas y al igual que a los hombres les gustaban las joyas. Pero todo asomo de coquetería desaparecía en ellas cuando participaban en la guerra o veían en peligro a su familia.
Las celtas elegían libremente a sus compañeros, y nunca podían ser obligadas a una relación. Conceden con libertad lo que llaman“la amistad de los muslos”, y antes del matrimonio eran cortejadas. Después del matrimonio no pasaban a ser propiedad del esposo, sino que ambos eran compañeros, y ella retenía sus propiedades. La mujer podía ser sumamente rica, y si lo era más que el marido se la aceptaba a ella como cabeza de familia, como fue el caso de la reina de los brigantes que rechazó a su esposo el guerrero Venutius para otorgar sus favores a uno de sus caballeros.
Plutarco, en su tratado de virtudes femeninas, narra algunas historias sobre mujeres celtas, como la de Kinimara, que cuando le contó a su esposo que había sido violada, le presentó al mismo tiempo la cabeza del ofensor.
Las mujeres tenían derecho a la educación. Las antiguas leyendas hablan de mujeres sabias, médicas, legisladoras, druidesas o poetisas, aunque muchos autores niegan la existencia de las druidesas debido a que cronistas de la época como Julio César no las mencionan.
Empezaban a trabajar desde que se sostenían sobre sus pies, de modo que pudieran garantizar su propio sustento; amaban a los suyos con más pasión que a su propia persona y conocían el manejo de las armas desde la niñez. Eran tribus viajeras, y sabían que en el camino aguardaban muchas luchas y animales salvajes que merodeaban por todas partes, en especial osos, lobos y serpientes.
Se les permitía ser instructoras de armas, y también podían ostentar el mando militar, como fue el caso de Boudicca, hasta que una ley del año 697 prohibió a las mujeres ser guerreras.
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